Pareciera que ya está superado en entornos organizacionales el tabú que supone el dar espacio. Es decir, el hecho de permitir las emociones en el trabajo. ¿O, quizás, todavía no?
Hoy quiero compartir contigo la utilidad de una buena gestión emocional para relacionarte en entornos organizacionales, en particular, en el rol de líder.
Hay ya consenso en que un líder enojado, iracundo, agresivo… no procede, no está “actualizado”. Ahora toca sonreír. Sonreír cuando las cosas van bien, cuando las cosas van mal, cuando te sientes agredida, cuando sientes frustración ante respuestas de tus colegas y ante retos no alcanzados.
Las emociones son una respuesta individual ante un suceso o pensamiento que nuestro cuerpo y nuestra alma proponen resolver o atravesar, dando espacio precisamente a esa emoción que surge.
No podemos decidir sentir o no una emoción, la emoción llega, ¡y ya! En cambio, sí podemos decidir cómo gestionamos, en nosotros mismos y en nuestro entorno profesional, la emoción que aparece.
Sientes alegría cuando hay algo que celebrar: una promoción laboral, un reto conseguido por tu equipo… Entonces toca celebrar, felicitar, regocijarse en lo conseguido y, como líder, dar espacio a que se pueda celebrar. Celebrar regenera energéticamente, nos da un plus de energía que “mañana necesitarás/necesitaréis”, cuando las cosas se pongan difíciles.
Sientes tristeza cuando se da una perdida: un objetivo no conseguido, un colega que se marcha del equipo… Entonces toca dolerse, sentir la tristeza de lo que no fue y ya no será. Y, como líder, permitírtelo y dar espacio en el equipo para las lágrimas. Las lágrimas (de tristeza) curan heridas en los equipos de trabajo y les permiten elaborar duelos, soltar… y volver a enfocarse en la tarea.
Sientes miedo cuando existe una amenaza real: mejores prestaciones de la competencia, dificultad de obtener resultados… Entonces aparece el miedo que te indica que algo no va bien y resulta lícito protegerse, anticipar, valorar posibles daños y compartir los temores con el equipo.
Sientes enojo, enfado, cuando no te sientes respetado, cuando te sientes agredida, traicionado, defraudada… Y el enfado aflora para que utilices todo ese calor, toda esa energía expansiva para poner límites, para marcar distancias, para protegerte, para hacerte valer a ti o a tu equipo.
Alegría, tristeza, enfado, miedo… aparecen en el momento y piden respuesta. Cuando por carácter o por cultura organizacional los reprimes y no les das espacio, en tus equipos aparecen, en lugar de la alegría la euforia, en lugar de la tristeza, la melancolía “el bajón”, en lugar del miedo, el pánico y la parálisis, en lugar del enfado, la ira.
Las primeras surgen espontáneamente y están bajo control, o sea que uno puede expresarlas o permitirlas, sintiendo que las diriges. Las segundas, por reprimidas, surgen sin control y su efecto siempre es imprevisible pues aparecen de forma explosiva.
Las primeras están acotadas en el tiempo, suben y bajan, y dejan espacio para lo siguiente… Celebramos, recargamos y ya está, a otra cosa.
Las segundas, por inconscientes y fuera de nuestro control, pueden convertirse en estados de ánimo y perdurar en el tiempo.
¿Conoces equipos iracundos? Son equipos en los que no está bien visto, ni permitido, enfadarse. Recuerda, el enfado lo controlas y sirve para poner límites, la ira es descontrolada y produce dolor en tu entorno profesional.
Cada generación trae nuevos retos, desafíos y también estereotipos que le son propios. Y ahora toca sonreír ante todo, disimular la tristeza y el miedo, y, sobre todo, ahora no puedes enfadarte.
Me detengo en el enfado pues en nuestras intervenciones constatamos y nos toca acompañar a revertir los nefastos efectos de reprimir el enfado.
Ira y enfado no son la misma cosa. A lo que tenemos miedo en estos tiempos es al efecto de la ira. La ira separa, daña… a eso le tenemos miedo. Y paradójicamente, eso hace, por desconocimiento y confusión, que evitemos enfadarnos.
Una buena gestión emocional en roles de liderazgo pide otra habilidad previa que es la de saber sostenerse en las diferencias, permitir el enfado como una manera de defender mi posición y compartir lo que creo mejor para la tarea común. Este es uno de los grandes desafíos para líderes. En mi próximo artículo prometo hablar de “Sostenerse para sostener al equipo”.
Acompañamos a organizaciones a conseguir equipos de trabajo más conscientes, responsables y eficientes.
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